vivía un joven su vida tranquila, calmada y sin prisa,
cuando una mañana clara un toque suave llamó a su puerta
motivado por la mano de una misteriosa dama incierta.
El joven inquieto, intrigado y curioso, abrió sin demora,
y al ver aquella muchacha, vio la misma la luz de la aurora.
Galante y cortés, sin demora alguna la invitó a pasar,
comenzando así un encuentro, fugaz, sutil, intenso, audaz.
hablaron de los misterios que el mundo les escondía,
palabras que en el aire frágiles comenzaron a danzar,
mientras sin apenas notarlo la pasión crecía sin cesar.
Y tendidos en blanco lecho de amor, silencio y deseo,
se entregaron al fuego juntos, sin pudor, sin prisa, sin miedo,
y durante largo rato, sus cuerpos fundidos en profundo abrazo,
se tornaron en amantes fundidos hasta el ocaso.
Y al terminar, aquel joven, intrigado y con asombro,
preguntó a la dama su nombre. "amiga ¿cómo te nombro?"
y ella, con voz tan calmada como dulce, suave y serena,
susurró al hombre un secreto que llenó su alma de pena.
"Mi nombre es Muerte", mirándole dijo con ternura,
"he venido a llevarte a mi morada fría y oscura,
es el momento de partir, mi joven bello y amado,
hacia tu destino incierto por el camino olvidado."
El joven, sobrecogido por tan cruel revelación,
no pudo evitar sentir una curiosa emoción,
y aceptando su destino con calma y resignación,
emprendió con ella el camino sin mediar vacilación.
Así, en aquella casa de pueblo el silencio tornó en canto
del recuerdo de un encuentro mortal más lleno de encanto.
La dama de las sombras partió con su joven amante,
dejando en el aire un frío, pálido como su semblante.
En una casa de pueblo, perfumada por las brisas,
vivía un joven su vida tranquila, calmada y sin prisa...